Por aquí pasó Don Quijote. Nada dice
Cervantes, experto geógrafo y detallista narrador cuando lleva a caballero
andante y socarrón escudero desde las llanuras de la Mancha hasta las tierras de
Aragón. Podemos seguir el rastro de la singular pareja hasta la aventura del
rebuzno del alcalde y desde allí, por un sendero ignoto pero que forzosamente
les obliga a cruzar la
Serranía de Cuenca, se encaminan hacia Zaragoza y puesto que
el camino natural pasa por Beteta y Molina de Aragón no parece cosa
desencaminada afirmar, como se dice en el arranque de este comentario, que por
aquí, por la impresionante hoz de Beteta, pasó Don Quijote y es cosa
ciertamente lamentable que el gran Cervantes no recogiera las, sin duda,
inteligentes observaciones que haría el noble caballero al encontrar ante sus
ojos tan extraordinaria belleza, tan diferente de su natal tierra manchega.
Este es uno de los paisajes más
atractivos de la Serranía
de Cuenca, conservado todavía en envidiables condiciones de naturalidad. La hoz
ha sido formada por el río Guadiela, trabajador incansable, al actuar sobre las
muelas del Palancar y de Carrascosa y junto con la lluvia, pertinaz agente
erosionador de los materiales calcáreos ha formado el magnífico cañón que se
extiende a lo largo de más de seis kilómetros, entre Beteta y el Puente de
Vadillos. Calizas, dolomías y margas de los periodos jurásico y cretácico son
estructuras habituales en estos parajes, que aquí coinciden para dar forma a
espectaculares acantilados y bellezas, algunos de ellos de más de 200 metros de desnivel.
Un factor peculiar de esta Hoz, a diferencia de otras -tan abundantes en toda la Serranía conquense- es la
muy variada vegetación autóctona existente y también la abundancia de especies
animales. Y tiene, además, otro factor añadido no carente de interés: la
carretera discurre paralela a ella, con varios recodos que permiten detener el
automóvil lo que facilita su contemplación sin necesidad de realizar
dificultosas excursiones senderistas aunque, desde luego, la mejor forma de
conocer cualquier paraje es recorrerlo a pie firme, única forma de llegar a los
rincones más escondidos.
Dejando aparte este digresión, podemos
centrarnos en el lugar donde estamos, la
Hoz de Beteta, que se ha ido formando, a lo largo de los
milenios, mediante el trabajo de cortar transversalmente los materiales carbonatados
del mesozoico, formando fracturas ciertamente espectaculares, con llamativas
paredes verticales (alguna de más de doscientos metros), de tonos ocres y
pardos, mientras que en otros sectores la abundancia de vegetación autóctona
cubre por completo la superficie rocosa. A lo largo del recorrido,
encontraremos variadas formas de la erosión cárstica, como desprendimientos
rocosos, cascadas, travertinos, dolomias, tormos, festones, meandros, coladas,
laminadores, sifones, surgencias y cavidades, mediante el paciente trabajo
sobre tierras del jurásico y el cretácico. No olvidaremos tampoco, por su
originalidad, la presencia de materiales tobáceos más antiguos que los ya
citados (corresponden al periodo pleistoceno), cuyo origen, explican los
científicos, se debe a un represamiento del Guadiela.
En cuanto al Sumidero de Mataasnos, ligado directamente a la hoz de Beteta, se
encuentra a tres kilómetros al oeste de ella, si bien la surgencia se encuentra
en la misma hoz. Se trata de una cavidad subterránea de acusada verticalidad,
con un recorrido interior de más de cuatro kilómetros, cuya boca se encuentra a
una altitud de 1235
metros y formada también por materiales calcáreos. En el
arranque hay una cornisa y luego la cavidad propiamente dicha, en cuyo interior
se pierde el curso del arroyo de Mataasnos.

Este
hermoso espacio natural, auténtica maravilla de la naturaleza, esplendor de
formaciones rocosas, es también un magnífico vergel botánico, al que se ha dado
el título de Paseo de los Tilos, cuyo contenido más llamativo e importante se
encuentra localizado en el tramo central de la hoz, en los rincones umbríos y
en los humedales al pie del acantilado, en la ribera del Guadiela. La masa
forestal es también importantísima. El soporte básico es el pino negral, pero
el sotobosque es bellísimo y abundante, con quejigos, chopos, álamos, sauces de
ribera, tilos, avellanos y una muy variada y hermosa flora de montaña, como
temblones, tejos, acebos y arces. El carácter húmedo del entorno y su aspecto
umbrío sirven para acoger especies vegetales propias de latitudes
septentrionales como ocurre con los tilos y avellanos, poco frecuentes en la Serranía de Cuenca y que
vienen a formar en la hoz de Beteta un auténtico refugio de vegetación
atlántica. Singularmente podemos admirar el primero de los árboles citados en
el paraje Fuente de los Tilos, uno
de los que están marcados en el recorrido de la hoz y que aquí, en la hoz de
Beteta, marcan el límite meridional de estos bosques. Naturalmente está el
pino, el señor indiscutible de la
Serranía de Cuenca, aquí presente en la modalidad del
elegante y sobrio pinus nigra, que
coexiste con quejigos, sabinas, comunidades de ribera y rupícolas singulares
que pueblan los puntos más arriscados del soporte rocoso.
Pueden
encontrarse -y no fácilmente, como se puede suponer: hay que abrir bien los
ojos y ser prudentes para no espantarlos- mamíferos comunes como el zorro, la
ardilla, el ciervo o el jabalí; pero los más interesantes son especies como el
lagarto ocelado, la culebra lisa, lagartijas de muy variadas familias, buitre,
alimoche, cernícalo, mirlo, herrerillo, petirrojo, pico picapinos, agateador,
águila culebrera, azor, gavilán, águila calzada, carabo, etc., sin olvidar
abundantes familias de murciélagos y también ejemplares de especies amenazadas
como la nutria, el tejón, la gineta y el gato montés. De todos ellos, el más
fácilmente visible es el buitre, de abundante presencia sobre los cielos de la hoz,
donde pueden admirarse sus serenas evoluciones, sin apenas aleteo, planeando
desde la altura a la búsqueda paciente de algún resto carnívoro que pueda
servir para su alimentación, aunque el ser humano, colaborador con esta
singular especie, ha preparado una buitrera en la que facilita su alimentación.
Los quirópteros (murciélagos, en sus
distintas variedades) encuentran adecuado cobijo natural en las numerosas
cuevas y simas de la hoz, constituyendo uno de los refugios de invernada más
importantes de Castilla-La Mancha para el murciélago mediterráneo de herradura,
del que han llegado a contabilizarse dos centenares de individuos. También son
importantes las aves reproductoras, de las que hay habitualmente no menos de 62
especies, de las que 8 están incluidas en el catálogo regional de especies
amenazadas. Aparece también la chova piquirroja y hay varias parejas de mirlo
acuático. El capítulo faunístico se completa por la presencia de importantes
especies de fauna invertebrada, como el lepidóptero graelisia isabellae, habitual en los bosques de pino negral.
Estamos
hablando de un conjunto natural de unas 800 hectáreas de
superficie, que puede ser recorrida a pie, por la vertiente izquierda del río,
donde se han señalado hasta diez paradas, que permite al senderista apreciar en
todo su valor la riqueza natural, botánica y animal, de la zona. En la hoz se
encuentra la Cueva de la Ramera, situada a media altura, en una enorme
pared rocosa, a cuya entrada se puede acceder a través de una gran escalera de hierro.
La cueva tiene una profundidad de unos mil metros, y los 400 primeros disponen
de iluminación, dentro de un proyecto municipal encaminado a hacerla visitable
de manera organizada.
[La Hoz de Beteta y el Sumidero de Mataasnos fueron
declarados monumento natural de Castilla-La Mancha por Decreto de la Junta de Comunidades de 2 de
marzo de 2004].
Otros lugares del paisaje cárstico en la provincia de
Cuenca
Los
Callejones (Las Majadas)
La hoz
del Solán de Cabras (Beteta)
La hoz de Valdeganga (Valdeganga
de Cuenca)
El desierto del Cambrón (Cuenca)
La hoz del río Escabas (Cañamares
y Priego)
La hoz del río Trabaque (Arcos de
la Sierra y Albalate de las Nogueras)
La hoz de Tragavivos
El Estrecho del Infierno
(Fuertescusa)
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