En un
espacio aparentemente insignificante, alejado, en un extremo de la provincia de
Cuenca, se encuentra uno de esos rincones paradisíacos que se descubren un día
cualquiera, como al azar, y al que siempre gusta retornar porque la visión del
espacio ofrece en cada nueva ocasión perspectivas diferentes. Para mi gusto, la
laguna de El Tobar es uno de los parajes más hermosos de los muchos que
encierra nuestra provincia y pienso, también, de los más desconocidos por
nosotros mismos, aunque como ésta es una valoración subjetiva igual si
hiciéramos una encuesta daría un abrumador resultado de conocimiento.
Técnicamente parece que son dos los lagunares
aunque, como están comunicados a través del río Masegar, en realidad aparentan
ser uno solo, que tiene una curiosa particularidad, al parecer aún en trance de
misterio para la ciencia, que no alcanza a desentrañarlo, pues es de agua
salada en lo profundo y dulce en la superficie. Estamos
ante una típica laguna de montaña, del tipo cárstico, como corresponde a la
zona de la Serranía en que se encuentra pero más allá de las consideraciones
descriptivas o de las aportaciones que se puedan hacer desde diversos puntos de
vista científicos lo que importa señalar aquí es la inmensa belleza del paraje
y para ello bastaría con echar un vistazo, aún sin profundizar, para encontrar
esa plácida lámina de agua, a veces rizada por la suave caricia del aire formando
ondulaciones en la superficie, mientras alrededor el poderío natural de las
paredes rocosas impone su firme presencia, nunca se sabe bien si protectora o
amenazante. Los amplios escarpes rocosos que rodean buena parte del sistema
lagunar vienen a ser como una protección natural contra los agobios calurosos
del resto del territorio, ayudando a proteger este receptáculo de fresca
ambientación.
Cuentan
que hubo una tercera laguna, ya desaparecida, mientras que las dos actuales se
abastecen por las aguas del arroyo de La Madre y el río Masegar y son el resultado del
incansable trabajo geológico que se viene desarrollando en el karst de la Serranía de Cuenca desde
hace millones de años. Como es sabido, las calizas reciben el ataque permanente
de las aguas, tanto pluviales como subterráneas, lo que lleva consigo una
sucesión inacabable de fallas y desplomes y la formación de torcas. La laguna Grande, que alcanza una profundidad de
veinte metros, es el resultado de la unión de varias torcas muy próximas, cuyas
barreras de separación terminaron por caer a causa de una fuerte erosión,
produciendo el gran vaso final que hoy vemos. El agua de esta laguna ofrece la
particularidad de que las capas profundas son saladas (incluso más que la del
mar) y las superficiales dulces, sin que lleguen a mezclarse, lo que se explica
por la diferencia de densidades entre ambas. En cuanto a la laguna Pequeña es un rebosadero de la Grande
y se nutre básicamente de los aportes del rio Masegar. Ambas lagunas se alimentan de una innumerable cantidad de
fuentes y manantiales que hay en los alrededores.
Este es un humedal, como algunos otros
de nuestra provincia, signados por las bandadas de anátidas que lo eligen como
lugar apropiado para hacer escala en sus apasionantes viajes anuales o incluso
para nidificar. El espectáculo, cada vez que lo he visto en alguno de nuestros
complejos lagunares me parece de los más sorprendentes y atractivos que la
naturaleza puede ofrecer. En este caso, la superficie azul celeste destaca en
medio de ese paisaje cubierto por pinos y encinas en las zonas altas rocosas y
por una llamativa exuberancia de carrizos, masiegas y matorrales sin que falte
el nenúfar blanco (también de mimbre) en las zonas más bajas y próximas a la laguna. En ayuda de
este espectacular paisaje vino hace años la administración otorgándole el
título de monumento natural, que siempre me ha parecido muy apropiado, porque
no solo de monumentos artísticos puede vivir el ser humano. La visión de la
laguna de El Tobar, ese pueblecito serrano adormilado al lado de Beteta, viene
así a ser un espectáculo muy reconfortante al que conviene dirigir la mirada
siempre, pero más en el tiempo caluroso, condicionado por el evidente cambio
climático, cuyos rigores puede ayudar a soportar de cierta manera, al menos
para quienes se sienten incómodos bajo una temperatura que otros consideramos
muy apropiada.
Cómo llegar
El Tobar se encuentra en el sector
norte de la provincia de Cuenca. Lo normal es hacer la CM-210 hasta Beteta y
aquí tomar la CM-2201. Apenas a cinco minutos se llega al pueblo. Esa misma
carretera continua por una senda de tierra que lleva hasta el borde de la laguna.
Dónde comer y dormir
Hostal Castilla. Camino de la Laguna, 4.
969 318 038 / 655 339 364. Un lugar muy recomendable para comer, con un variado
repertorio de sabores naturales.
Casa de La Laguna. Alojamiento
rural. Camino de la Laguna ;
969 318 241.
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