viernes, 3 de abril de 2020

BARCHÍN DEL HOYO. UN PALACIO SEÑORIAL



A veces abusamos -yo también, desde luego- de apelaciones un tanto rutinarias a “lo desconocido”, “lo olvidado”, con aplicación directa a pueblos y lugares que, en realidad, están al alcance de la mano, requiriendo apenas un pequeño esfuerzo para ir a verlos o conocerlos. Es cierto que, en la situación hacia la que ha derivado nuestro mundo, empeñado en seguir las pistas marcadas por las grandes líneas de comunicación –autopistas, autovías, trenes de alta velocidad, aviones que ponen más cerca Londres y Nueva York que un pueblo de aquí al lado- los pequeños lugares carentes de esas virtudes van quedando cada vez más al margen, como puntos perdidos en el mapa, indiferentes al interés del colectivo turístico. Y como el gremio educativo tampoco parece estar por la labor, agobiado sin duda por otras graves preocupaciones, una sombra de silencio o desconocimiento va extendiéndose por tantos sitios que deberían merecer una mirada amistosa de vez en cuando.
    Barchín del Hoyo no está en ninguna encrucijada de caminos ni a tiro de piedra de otros sitios de tronío. Al pueblo hay que ir aposta, con toda la intención del mundo, buscando la incómoda carretera que cruza las últimas estribaciones de la Serranía ante de alcanzar las llanura manchegas. Por ella se alcanza un lugar cargado de historia, sobre todo la vinculada a la Fuente de la Mota y adornado con un exquisito cuidado en todo lo que corresponde al municipio (ya saben: limpieza, orden en las calles, buena pavimentación), lo que permite valorar mejor el patrimonio local, escaso pero muy expresivo.
   Pero no es de eso de lo que quería hablar hoy, aunque es tema interesante, suficiente para generar literatura viajera, sino de uno de los elementos urbanos más singulares no sólo de Barchín del Hoyo (que tiene varios, incluido el elegante Ayuntamiento y la vistosa iglesia parroquial) sino de los pueblos situados en el entorno más inmediato y no es otro que una soberbia casa palacial a la que se conoce indistintamente con el nombre tradicional de los Zapata de Perea o el más moderno de los Melgarejo. Es un edificio de auténtica solera, dentro de la habitual severidad sin excesivos adornos que es propia de la arquitectura de nuestra tierra, en la que no suele haber espacios para alfeñiques decorativos. Aquí manda la piedra, el trazado rectangular, la severa portada adintelada, el reparto regular de las ventanas, todas ellas protegidas por las imprescindibles rejas de forja castellana. Construido en el siglo XVI y reformado en el XVIII, el edificio forma parte de una amplísima finca que aún conserva sus utilidades agropecuarias, cuya fachada principal, la que da a la plaza, se estructura mediante dos plantas, en disposición regular y tiene como elemento más destacado la portada de sillería, adintelada, con un escudo recercado en su parte superior central que culmina en un frontón unido con elegante disposición de volutas al dintel. El friso situado en la parte superior presenta también abundante decoración.
    El gran edificio palaciego se encuentra en la calle de la Yedra, que forma parte de la plaza titulada Rincón de Acuña y puede visitarse, si se solicita a los propietarios. Se trata de un gran volumen arquitectónico, de nobilísima traza, con un gran portón principal y varios ejemplares de rejería tradicional, distribuidos, como toda la fenestración en fachada, de manera regular. Perfectamente conservado, es una alegría poder decirlo y no lamentar cuestiones ruinosas.
    La edificación se organiza en torno a un patio de carácter popular y espíritu manchego, uno de cuyos sectores lo ocupa por completo la casa-palacio, cuya fachada trasera da a él. Se distribuye en dos plantas; la primera se forma con vestíbulo, dependencias de servicio, salas y arranque de la escalera por la que se accede a la planta superior, en un solo tramo recto, cubierto por una falsa cúpula bellamente decorada al fresco con motivos ornamentales y geométricos. En esa segunda planta quedan ubicadas las demás dependencias domésticas. Una cubierta a cuatro aguas forma el remate de esta valiosa edificación palacial.
 En la tranquilidad cotidiana del pueblo, donde cada cual va a lo suyo, como es cosa normal, el paseante de sus calles puede entretenerse sin prisas en la contemplación de esta auténtica joya del barroco civil conquense, sobrio en su trazado elemental con los imprescindibles toques de adorno correspondientes al señorío de quienes impulsaron su construcción.

Cómo llegar
    Por la carretera provincial CUV 7141, que hace un arco para comunicar Valera de Abajo y Olmedilla de Alarcón, ambos en la CM 2100.

Dónde dormir
   El Rincón de la Luz. San Roque, 52; 963 641 098 / 606 157 858. Casa Rural 
   El olivar de Cuenca. Calle del Caño, 17; 693 731 445. Casa Rural

Otras notas de Viajes
   Yacimiento arqueológico Fuente de la Mota
   Iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción

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