jueves, 2 de abril de 2020

CAMPILLO DE ALTOBUEY




   No es fácil encontrar el nombre de Campillo de Altobuey en los repertorios turísticos habitualmente puestos a disposición de los visitantes. De hecho, yo diría que no aparece en ninguno si no fuera porque procuro huir de afirmaciones categóricas susceptibles de ser desmentidas en cualquier momento si, en efecto, alguien puede citar un ejemplar de guía, folleto o mapa en que aparezca debidamente señalado ese nombre, con alguna indicación meritoria. Podría suceder, desde luego, aunque yo no la haya encontrado nunca. Y, sin embargo, ese es uno de los lugares provinciales de más notable interés como conjunto vistoso y digno de ser conocido. Cierto también que no abundan en él esos elementos arquitectónicos aislados que suelen tomarse como punto de referencia por parte de quienes recomiendan visitas turísticas (una iglesia, un castillo, un palacio de prosapia nobiliaria) pero sí los hay en abundancia dentro de lo que de manera convencional llamamos la arquitectura civil, sin que falte tampoco alguna referencia monumental singular, como el santuario de la Virgen de la Loma, cuyo interior ha sido completamente restaurado y es pieza verdaderamente notable.
      Lo más interesante y atractivo de Campillo de Altobuey (1.750 habitantes) es el pueblo mismo, en su conjunto, verdaderamente equilibrado y armónico, pese a los inevitables desajustes que el tiempo de la modernidad ha introducido en todos los lugares, sustituyendo o eliminando edificaciones que en cierto momento pudieran considerarse como pasadas para lo que requerían las nuevas necesidades. Sin embargo, una buena cantidad de inmuebles, con antigüedad de al menos uno o dos siglos han podido sobrevivir dando al lugar ese ligero toque de elegancia que es su principal característica y que tan agradable hace el paseo por sus calles. Algo de eso puede adivinarse cuando se contempla el pueblo desde cualquiera de las dos alturas que lo dominan apreciándose desde ellas cómo sólo la torre de la iglesia sobresale por encima de los tejados, anunciando ya, con ese leve detalle, que sabias ordenanzas urbanísticas han impedido un desaforado desarrollo hacia arriba. Observación elemental que encuentra confirmación cuando se penetra en el interior del callejero, con tantas sugerencias a la vista que hacen imposible la mención detallada en este lugar, situado en el punto justo en que empieza el territorio de La Manchuela, cubierto de agradables tonalidades cromáticas.

                               

Hablaremos, pues, en general, de algunas de esas calles, a título de sugerencia, sabiendo de antemano que corresponden a un trazado bastante regular, con líneas perpendiculares entre ellas, al menos en el centro urbano, articulado en torno a la Plaza Nueva, que hace la función de auténtica plaza mayor y en la que se encuentran el ayuntamiento y iglesia. Desde este punto de referencia pueden seguir nuestros pasos por la calle Larga (y lo es, ciertamente, hasta llegar a las afueras del pueblo), o la del Cristo, verdaderamente atractiva por el valor de sus edificaciones concentradas en muy poco espacio frente a la ermita del mismo nombre, o la de Toledillo, con un espectacular edificio en esquina, al lado de otro inmueble, tristemente abandonado, sobre el que todavía campea el letrero de “cine”, o la de Madrid, con otro llamativo inmueble también esquinado a dos calles. Son ligeras menciones formuladas aquí como incitación, pues aparte estas citas concretas hay en el paseo por todas las calles un verdaderamente abundante repertorio de edificaciones de grandes dimensiones en planta, con simetría en huecos de ventanas y balcones, notables portadas adinteladas con puertas de elegante madera y alguna noble reja de forja artística. Esta nobleza de espíritu decimonónico se completa con una interesantísima edificación rural que se focaliza en la parte baja de la población, entre las calles Montero y San Roque y la plaza del Iso. Y ello, desde luego, sin olvidar la espectacular arquitectura del antiguo convento de agustinos, hoy santuario de la Virgen de la Loma, con su curiosa plaza de toros adosada al bloque principal y sin desdeñar tampoco la presencia de otras dos ermitas urbanas, la de San Roque y la de la Trinidad que con otros detalles incorporadas modernamente (el molino de viento, el Ventorro) muestran con meridiana claridad el interés intrínseco de Campillo de Altobuey, aunque no aparezca citado en los repertorios turísticos de uso común.

    Es un lugar para pasear por un entramado callejero bien trazado, amplio, en el que no se ha cometido el error de levantar edificios de altura desmesurada: aquí todos se mantienen don dos plantas y eso ayuda al equilibrio del lugar, apacible y, sin embargo, también dinámico, con un constante trasiego de gentes sobre todo en torno a la Plaza.
    Aquí queda esta nota viajera, como un primer acercamiento a Campillo de Altobuey, al que necesariamente seguirán otros, más detallados.

Dónde dormir
   Pensión El Bolo. Carretera de Minglanilla, s/n: 969 337 268
   Hostal Cuesta de Patas. Carretera de Paracuellos, km. 0,5; 609 108 763
   El Huerto la Higuera. Casa rural. Bajada al Convento, s.n.: 969 337 006 / 616 687 602
   El Abuelo Perico. Casa rural. Cortijo, 6; 627 315 120.
   Altobuey. Casa rural. Plaza Vieja; 652 908 037
   Casa Faustina. Casa rural. San Roque, 5; 626 164 986
   El Rento de Campillo. Casa Rural. Calle de la Virgen, 11; 699 274 159.
        
Dónde comer
   Restaurante Chicarro. Plaza Nueva, 9; 969 337 245
   El Bolo. Carretera de Minglanilla, s.n.; 969 337 268




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