El Záncara es por aquí (como en la mayor parte de su recorrido
inicial, hasta que encuentra la amplitud de las llanuras manchegas) apenas un
hillillo de agua ante el que uno reacciona con escepticismo al recordar cómo
ese ahora insignificante caudal tuvo fuerzas, en tiempos no tan lejanos, para
mover numerosos molinos. Uno de ellos estaba cerca de aquí, a los pies del
caserío de El Picazo y de su estructura no queda nada, transformada aquella
fábrica molinera en un simple almacén agrícola. Cerca, escondido entre la
maleza abrumadora resistente a cualquier mecanismo de desbroce, en el supuesto
de que alguien quisiera aplicarlo en esta zona, sobrevive también un
antiquísimo puente, una pequeña y encantadora obra de ingeniería doméstica
(nada que ver con los mamotretos de hormigón, todos iguales, repartidos como
churros por carreteras, autovías y ferrocarriles), cuya edad no me atrevo a
calcular pero que se remonta, sin duda, a tiempos alejados de los nuestros.
Todo ello, estas
referencias hasta ahora inconcretas, ocurre a unos cuantos cientos de metros de
un lugar sorprendente, que aparece de manera inopinada en un recodo de una
carretera por la que es posible circular durante cuarenta kilómetros sin que
ningún otro coche venga a estorbar la placidez del viaje, como en esas
películas rodadas en el medio oeste americano, donde uno imagina la existencia
de miles de vehículos yendo por todas partes pero invisibles en esas escenas,
por otro lado magníficas. Algo parecido sucede por estos andurriales, dejando a
la vera Villanueva de los Escuderos, Abia de la Obispalía y Huerta
de la Obispalía, para desembocar finalmente ante la imagen, poderosa, rotunda,
inconmovible, de Torrebuceit, situado en un cruce de caminos en una de las
comarcas más desamparadas y desconocidas de la provincia de Cuenca.
Torrebuceit es
nombre que los entendidos en cuestiones históricas atribuyen a una deformación
modernista de Zeit abu Zeit, conocido como último rey musulmán de Valencia,
destronado por los cristianos, como fue cosa normal en aquellos tiempos, sólo
que el monarca depuesto, en vez de ponerse a llorar lastimeramente como siglos
después haría su homólogo Boabdil, aplicó una sabia norma de política práctica
al situarse bajo la protección del rey cristiano (incluso dicen que llegó a
bautizarse, pero en estas cosas hay que ser prudentes, pues nunca se sabe con
certeza donde acaba la verdad y comienza la leyenda) y así encontró acomodo en
este dorado retiro, con sus fincas agrícolas, su caserío, sus aguas y un
pequeño, sobrio, pero audaz castillo, en el que vivió plácidamente, dedicado al
estudio de las ciencias. Por cambalaches que aquí no es cosa de detallar, la
rica finca pasó a ser propiedad del hospital de Santiago de Cuenca y por ello
mismo entró abiertamente en la liquidación promovida en el siglo XIX bajo el
eufemismo de desamortización, con lo que quienes ya eran ricos pudieron serlo
aún más, sin que haya noticias de ningún pobre que abandonar su delicada
situación y así la propiedad pasó a manos de Lucas Aguirre, rico donde los
haya, aunque también es justo reconocer su posterior y definitiva generosidad,
en un raro ejemplo de filantropía.
En el año 1887 vivían aquí 53 habitantes, reducidos ahora a nada, pues nadie reside de manera estable, pero sí esporádica y ello explica la excelente visión que ofrece este hermoso caserío, un aldabonazo de vida y elegancia en mitad de campos desérticos. A su lado, la antigua fortaleza sigue ofreciendo la orgullosa imagen que mantiene desde el siglo XII. Es una construcción muy sencilla, voluminosa y rotunda, dentro de sus escasas dimensiones, sin ningún lujo aparente hacia el exterior, con dos torreones, uno semicircular y otro cuadrado en las esquinas de la fachada principal. Varias cruces de Santiago recuerdan la antigua pertenencia. Abajo, en la huerta, aún se puede contemplar, en apreciables buenas condiciones, un antiguo acueducto, ejemplo vivo y visible de la notable habilidad musulmana para transportar el agua, ese bien tan precioso, antes y siempre.
Cómo llegar
Desde Cuenca por
la A-40 hasta llegar a la salida del km. 286 para tomar la CU 7032 y, cruzando
la Obispalía se llega a Torrebuceit.
Dónde comer y dormir
Torrebuceit es un caserío
aislado y por tanto no hay ningún lugar para comer o dormir, servicios que se
pueden encontrar en Zafra de Záncara, apenas a diez minutos.
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